Verdadera naturaleza

Erase una vez un discípulo que se quejó a su maestro sufí de que no estaba siendo iniciado en las enseñanzas secretas del pueblo del sendero, a pesar de haber estudiado y trabajado fielmente con su maestro durante cierto número de años.
El sufí le dijo:
-No es un asunto de años o de la intensidad del estudio, es un asunto de resultados.
-Pero – dijo el discípulo – lo que puede ser visible para ti respecto a mis limitaciones y los medios de enderezarlas, es invisible para mí y para los otros discípulos. ¿es, por tanto, esencial que tan sólo tú puedas diagnosticar mi condición y hacer la prescripción para ella?
-El trabajo del maestro es precisamente ése – dijo el maestro – pero hay oportunidades para que los discípulos observen al menos un equivalente de la condición de alguien, y crearemos una oportunidad para mostrar esto.
Un día, no mucho después, el sufí caminaba hacia un edificio de reuniones cuando llamó al cocinero para que preparara un estofado y luego señaló al discípulo quejoso para que le acompañara. Entraron en la sala, donde se encontraba reunido el resto de los discípulos. El maestro se sentó con el discípulo a su lado y dijo a todo el mundo que prestara atención.
-Este hombre, que es comerciante, es bien conocido por todos vosotros, y espera que su interioridad sea transformada de acuerdo con su trabajo en su exterioridad. Nos proponemos ver si este es el caso – dijo el maestro.
Los procedimientos fueron interrumpidos de repente por la llegada de un mensajero, quien pidió permiso para informar al comerciante de que algunos de sus barcos habían regresado de lejos, trayendo grandes beneficios y pidiendo instrucciones urgentes. El comerciante le dio las órdenes, y entonces el sufí dijo:
-Ya que has obtenido tan buena fortuna, ¿no te gustaría quizá contribuir con algo para el mantenimiento de la comunidad? Ya que no has sido capaz de dar mucho en tantos años, sin duda debido a la pobreza…
-Creo que atenderé a eso en un momento más apropiado, si me lo recuerdas – dijo el discípulo.
El sufí estuvo de acuerdo.
Hubo entonces otra interrupción, esta vez fue un oficial de la corte, quien preguntó si podía mantener una entrevista privada con el discípulo. El sufí condujo a ambos a su estudio. El oficial informó al comerciante de que se le habían concedido unas tierras que las había estado litigando valoradas en una gran cantidad de dinero.
Cuando el hombre entregó sus papeles y se hubo retirado, el sufí dijo:
-Esta es una enorme extensión de terreno. ¿Nos darás un trozo, de modo que podamos cultivar cosechas para el mantenimiento de la comunidad?
-Tú siempre has dicho – replicó el comerciante – que la pobreza es preferible a la riqueza, y no me propongo ofrecerte nada de tierra a menos que realmente me presiones.
-¿No me la ofrecerás, dándome la oportunidad de rechazarla? – preguntó el maestro.
-Poner la tentación en el camino de otro equivale a cometer un pecado – dijo el comerciante de modo sentencioso.
Pasó el tiempo y el comerciante se enteró de que su suerte le favorecía cada vez más. Se descubrió un camino de oro en su propiedad; pero cuando el sufí le visitó y le pidió que le diese algo de oro para los pobres, respondió que atendería a aquella demanda más tarde.
Luego el rey estuvo corto de fondos para emprender una guerra y pidió prestadas al comerciante grandes cantidades de dinero, haciéndole primer ministro a cambio  de ello. Esta vez el sufí le pidió que interviniese ante el rey para suspender leyes opresivas contra los sufis. El comerciante prometió ayudarle, pero no hizo nada.
Finalmente cuando el rey murió el discípulo comerciante fue elegido en su lugar. Tras la coronación, el sufí preguntó:
-Ahora que su majestad tiene todo el poder en este reino, ¿nos dará la ayuda material que nos había prometido, ya que necesitamos estas cosas para poder organizar nuestro trabajo?
-Realmente ya he soportado bastante la importunidad de inútiles sufíes – dijo el rey – ¡fuera, antes de que de órdenes para que tú y tu comunidad seáis expulsados de mi reino!
-En ese caso – dijo el maestro – su majestad puede continuar mandando en su propio reino, ¡y nosotros nos comeremos el estofado!
El comerciante miró a su alrededor y vio que estaba de vuelta en la sala de asambleas de los derviches, y que tan sólo había transcurrido una hora más o menos desde que entró en ella con el maestro sufí. Mediante el poder de limiyya – hipnosis – el maestro había hecho creer al hombre que todas aquellas cosas le habían ocurrido, y el maestro, junto con los discípulos, habían observado sus reacciones como hombre rico, como poderoso y como rey.
-Ahora – dijo el maestro – te hemos mostrado tu verdadera naturaleza. Lo mismo que con las cosas materiales ocurre con las espirituales. Debes ser digno de promoción, si no es así actuarás de un modo contrario a los intereses del mundo espiritual, y en el mejor de los casos tus experiencias se desperdiciarán.

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