Sosiego
El maestro le insistía a su discípulo una y otra vez sobre la necesidad de cultivar el sosiego.
-Deja que tu mente se remanse, se tranquilice…
-¿Pero qué más ? – preguntaba impaciente el discípulo.
-De momento, sólo eso.
Pero el discípulo no lograba estar paciente y se exasperaba, sin dejar de preguntar:
-¿Y qué más?
-De momento, sólo eso. Sé paciente, sosiégate, recupera la paz interior.
Un día y otro recibía la misma instrucción, hasta que el discípulo le preguntó:
-Pero maestro, ¿ por qué consideras tan importante el sosiego?
-Acompáñame – dijo el maestro
Le condujo hasta un estanque y con un palo comenzó a agitar sus aguas. Entonces preguntó:
-¿Puedes ver tu rostro en las aguas ?
-¿Cómo voy a verla si el agua está tan agitada ? – protestó el discípulo pensando que el maestro se burlaba de él.
-De igual manera, mientras estés agitado no podrás ver el rostro de tu yo interior.