Sed
Los fatigados miembros de una caravana llegaron por fin a un oasis y se dispusieron a descansar. A los diez minutos, y en medio del silencio, oyeron una voz que lastimosamente decía:
-¡Qué sed tengo! ¡Qué sed tengo!
El jefe de la caravana mandó a un hombre a ver que ocurría. A su regreso dijo:
-Es sólo un viajero que también trata de descansar pero que no puede por la sed.
-Dadle agua – ordenó el jefe – así podremos descansar todos.
El enviado llevó una odre de agua al sediento, que éste bebió con deleite. Pasados unos minutos, de nuevo en medio del silencio de la noche se escuchó la misma voz quejumbrosa:
-¡Qué sed tenía! ¡ Pero, qué sed tenía!