Poder y soberanía
Un derviche que había hecho voto de soledad se había retirado a un desierto cuando pasó un rey con su séquito. El derviche, que se hallaba en estado de meditación contemplativa, no levantó la cabeza, ni siquiera se percató del cortejo. El monarca, aunque estaba de buen humor, se irritó contra él y dijo:
-Estos que visten el manto andrajoso son brutos como los animales y carecen de educación y humildad.
El visir reprendió al derviche diciendo:
-¡Oh derviche! El sultán de toda la tierra acaba de pasar. ¿No vas a rendirle homenaje como es debido?
El derviche respondió:
-¡Que el sultán busque homenajes en aquellos que esperan beneficiarse de su buena voluntad! Dile, además, que los sultanes se crearon para proteger a sus súbditos, y no los súbditos para servir a los reyes.
El rey quedó impresionado por la sabiduría del derviche y dijo:
-Pídeme un deseo.
El derviche respondió:
-Lo que deseo de ti es que no vuelvas a molestarme.
-Dame, pues, algún consejo – dijo el rey.
El derviche contestó:
-Ahora que tienes el poder y la soberanía, recuerda que pasan de mano en mano.