La Sabiduría
Nos cuenta una historia de la Tradición Sufi que, en cierta ocasión, quiso La Sabiduría entrar en la casa del rey. Así pues se presentó vestida con toda su riqueza ante la puerta del palacio, pues la riqueza es el ropaje natural de la Sabiduría.
-Vengo a visitar al rey – dijo la Sabiduría al guardia de la puerta, pero cuando el gran Visir fue informado de ello se negó rotundamente, pues pensó: «Si la sabiduría se presenta ante el rey y le informa de lo que no quiero que sepa, seguramente que tendré problemas».
-Dile a la Sabiduría que ahora no puede recibirle el rey, pues el brillo de su ropaje puede deslumbrarnos a todos y dejarnos ciegos para las cosas de este mundo – ordenó al Visir al guardián de la puerta.
Al día siguiente la Sabiduría se presentó de nuevo, pero esta vez le había pedido su desnudez a la Verdad, pues la Verdad desnuda es hija de la Sabiduría.
-Vengo a visitar al rey – volvió a decir la Sabiduría «vestida» con la desnudez de la Verdad.
El Visir pensó que la desnudez de la Verdad también era extremadamente peligrosa, pues él sabía que la Verdad es hija de la Sabiduría. así que excusándose, dió instrucciones al guardia para que no dejara entrar a la Sabiduría desnuda como la Verdad.
-Me dijo el Visir que, hoy, lamentablemente, tampoco podemos recibirte pues la desnudez de la Verdad podría ser un escándalo tan grande, para todos nosotros, que nuestra moral no podría soportarlo.
Así que la Sabiduría, madre de la Verdad, decidió disfrazarse, esta vez, con el ropaje del juglar narrador de cuentos y, así travestida, se presentó nuevamente ante la puerta del rey.
-Señor guardia, anuncie a este juglar que viene a entretener, con sus historias, el tedio de los nobles de la corte, a cambio de comida y algunas monedas.
El gran Visir, informado esta vez de la presencia del juglar, no tuvo inconveniente alguno en abrirle las puertas del palacio.