La Princesa del Agua de la Vida
Érase una vez, cuando no había tiempo, en el país de No Lugar, que allí vivía, solitaria en una pequeña cabaña, una pobre muchacha cuyo nombre era Jayda. Caminando por el bosque un día, Jayda vio que una colonia de abejas había abandonado su miel, y decidió recogerla.
-La llevaré al mercado, la venderé, y trataré de mejorar mi vida con el dinero que consiga – se dijo a sí misma.
Jayda corrió a casa y volvió con un frasco, que llenó con miel. Pero ella no sabía que la causa de su pobreza era un Jinn maléfico, que intentaba por todos los medios evitar que ella tuviese éxito en algo.
El Jinn despertó, ya que algo le dijo que Jayda estaba comenzando a hacer algo útil, y corrió al lugar con la intención de causar problemas. Tan pronto como vio a Jayda con la miel, el Jinn se convirtió en una rama ligada a un árbol, y empujó su brazo de modo que el frasco cayó y se rompió, y toda la miel se esparció por el suelo.
El Jinn, aún en la forma de rama, se reía, moviéndose d un lado a otro con regocijo.
-¡Esto la enfurecerá! – se dijo a sí mismo.
Pero ella contemplo la miel y pensó:
-No importa , las hormigas comerán la miel, y quizás algo surja de ello.
Jayda había visto una hilera de hormigas, cuyas exploradoras ya estaban probando la miel para ver si era útil para ellas. Cuando comenzó a caminar a través del bosque de regreso a su cabaña, Jayda se dio cuenta de que un hombre montado a caballo se estaba aproximando hacia ella.
Cuando estuvo sólo a unos metros, el jinete levantó ociosamente el látigo y golpeó una rama al pasar. Jayda vio que era un árbol de morera, y el golpe había hecho que la fruta madura cayese al suelo. Pensó:
-Esa es una buena idea. Recogeré moras y las llevaré al mercado para venderlas. Quizás surja algo de esto.
El Jinn la vio juntando fruta y rió interiormente. Cuando Jayda hubo llenado su cesto, el Jinn se convirtió en un burro y la siguió silenciosamente en su camino al mercado.
Cuando Jayda se sentó para reposar, el Jinn en forma de burro se acercó a ella, hocicando su brazo. Jayda lo golpeó en la nariz, y entonces, de repente la horrible criatura se revolcó sobre el cesto de moras, machacándolas hasta convertirlas en pulpa. El jugo se desparramó sobre el camino y el asno Jinn se alejó galopando alegremente entre los arbustos.
Jayda miró la fruta con consternación. En ese momento, sin embargo, la reina se estaba aproximando en su ruta hacia la ciudad.
-¡Paren al instante! – ordenó a los portadores del palanquín – porque esa pobre muchacha lo ha perdido todo. Su burro ha aplastado la fruta y ha escapado. Ella quedará arruinada si no la ayudamos.
De modo que la reina tomó a Jayda en su palanquín, y se hicieron amigas rápidamente. La reina le dio a Jayda una casa, y Jayda pronto se convirtió en una próspera comerciante por sus propios méritos.
Cuando el Jinn vio lo bien que le iba a Jayda, examinó la casa para ver qué podía hacer para arruinarla. El Jinn se dio cuenta de que ella mantenía todas sus mercancías en un almacén detrás de su casa; de modo que prendió fuego a la casa y a la mercancía, e el lugar se quemó hasta los cimientos en menos tiempo que cuesta contarlo.
Jayda había salido corriendo de la casa cuando olió a humo, y contempló las ruinas con tristeza. Entonces se dio cuenta de que una linea de pequeñas hormigas se estaba formando, y estaban trasladando su reserva de maíz, grano a grano, desde debajo de la casa a un lugar de mayor seguridad.
Para ayudarlas, Jayda levantó una gran piedra que cubría su nido. Debajo de ella brotó una fuente de agua. Mientras Jayda la probaba, los habitantes de la ciudad se agruparon alrededor de ella y exclamaron:
-¡El Agua de la Vida! ¡Esto es lo que ha sido profetizado!
Y le contaron a Jayda cómo había sido profetizado que un día, después de un fuego y muchos desastres, una joven que no se afligía por las calamidades encontraría una fuente. Esta sería la última fuente de la vida.
Y así es como Jayda se convirtió en la Princesa del Agua de la Vida, la cual ella aún custodia, y que se puede beber para dar inmortalidad a aquellos que la encuentran al no afligirse por las calamidades.