Inquietud

Una joven que había cumplido la edad en la que la soledad ya no es un deseo, le preguntó a una anciana que la guardaba, cuál era la causa de su inquietud. La mujer experimentada respondió:
-Tu destino te ha llevado hasta el punto en que en el círculo de tus deseos ha entrado el pensamiento del hombre.
 La chica dijo:
-Si es así, ¿Cómo reconoceré al compañero que traerá descanso a mi alma?
 La anciana respondió:
-El oro del deseo del hombre no se halla en la superficie de la tierra sino que hay que buscarlo con esfuerzo. El verdadero compañero perfecto no lleva el sello de la atracción en la frente. A veces el fulgor de la evanescencia es tan intenso que se confunde con la realidad. Sin embargo, la realidad como es permanente, entra lenta y gradualmente en la percepción de la humanidad.
-¿Es fácil equivocarse entonces?- dijo la muchacha- y puede que el corazón se engañe y se incremente la inquietud. ¡Qué lástima que el alma anhele tanto a un compañero y que sea tan difícil de encontrar!
A lo que contestó la anciana:
-Entre tu alma y tus encantos hay un gran golfo sobre el que se extiende, de un lado a otro, un frágil y peligroso puente. Muchos hombres se acercarán a tus encantos, pero temerán cruzar el puente que conduce a tu alma. El auténtico compañero se acercará a tu alma y como un aguerrido soldado que nada teme, cruzará el tenue puente que lleva a tus encantos. Este es el modo en el que se manifiesta el verdadero amor: comienza en el alma y procede hasta la carne.
 

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