Granadas
Un discípulo fue a la casa de un médico sufi y le pidió convertirse en aprendiz en el arte de la medicina.
-Eres impaciente – dijo el doctor – así que no alcanzarás a observar cosas que necesitas aprender.
Pero el joven suplicó y el sufi consintió en aceptarlo. Después de algunos años el joven pensó que podía ejercitar algunas de las habilidades que había aprendido. Un día un hombre estaba caminando hacia la casa y el doctor, observándolo en la distancia, dijo:
-Ese hombre está enfermo. Necesita granadas.
-Tu has hecho el diagnóstico. Deja que le prescriba, y habré hecho la mitad del trabajo – dijo el estudiante.
-Muy bien – dijo el maestro – siempre que recuerdes que la acción también debe ser considerada como ilustración.
Tan pronto como el paciente llegó al umbral el estudiante le hizo entrar y dijo:
-Usted está enfermo. Tome granadas.
-¡Granadas! – gritó el paciente – granadas para ti ¡tonterías! – y se marchó.
El joven preguntó a su maestro cuál había sido el significado del intercambio.
-Lo ilustraré la próxima vez que tengamos un caso similar – dijo el sufi.
Al poco tiempo los dos estaban sentados en el exterior de la casa cuando el maestro levantó su mirada y vio a un hombre que se estaba aproximando.
-Aquí hay una ilustración para ti, un hombre que necesita granadas – dijo él.
Al paciente le hizo entrar y el doctor le dijo:
-Puedo ver que usted es un caso difícil e intrincado. Veamos……si, usted necesita una dieta especial. Esta debe ser compuesta de algo esférico, con pequeños alvéolos en el interior, un producto natural. Una naranja… eso sería el color erróneo.. los limones son demasiado ácidos….ya lo tengo: ¡granadas!
El paciente se fue, complacido y agradecido.
-Pero Maestro – dijo el estudiante – ¿por qué no dijo usted «granadas» inmediatamente?
-Porque – dijo el maestro – él necesitaba tiempo, además de granadas.