El rey transformado en mujer

Un rey, por no se sabe bien qué maldición, fue muy duramente castigado. Los dioses ofendidos lo convirtieron en mujer y lo obligaron a exiliarse en el bosque, y así lo hizo.
En el bosque, tras algunas semanas errando y mendigando, el rey-mujer se encontró con un joven y fuerte leñador que vivía solo. Ambos se vieron y rápidamente se sintieron poseídos por el amor. Se unieron, vivieron juntos, incluso tuvieron hijos.
Cuando el periodo de maldición se hubo cumplido, el rey se convirtió de nuevo en hombre. El leñador se quedó anonadado al ver que su mujer se había convertido en su rey. Éste dejó al leñador, dejó a sus hijos y regresó a palacio. Fue recibido con gran júbilo porque, a pesar de la causa mal conocida que le había acarreado la maldición, gozaba de una reputación de gran bondad y verdadera justicia.
En cuanto se supo su regreso acudieron todos los sabios de la India. Él era el único que podía responder a una pregunta hecha desde el principio del mundo y que hasta entonces sólo había recibido respuestas aproximadas. La pregunta era: ¿al hacer el amor, quien siente más placer, el hombre o la mujer?
El rey, consciente de la importancia de las palabras que iba a pronunciar ( porque en la India el conocimiento es extremadamente importante) hizo reunir a los sabios en la corte de palacio y ordenó que sirvieran comida. Entonces se hicieron los ritos propiciatorios, celebraron un pujá de circunstancias, cantaron, se concentraron. Y el más anciano de los sabios hizo la gran pregunta.
El rey contestó sonriendo:
Al hacer el amor, sin lugar a dudas, quien siente más placer es la mujer. Incluso es el placer más intenso que una criatura humana puede sentir en la tierra. Un placer tan intenso que incluso los dioses nos envidian.
Los sabios le dieron las gracias al rey y se retiraron satisfechos.
Antes de irse, el más anciano de ellos, el que había hecho la gran pregunta, cogió al rey aparte y le dijo unas palabras en voz baja. No se sabe muy bien qué le murmuró. Pero al día siguiente el rey había desaparecido. No se le volvió a ver nunca en palacio.
Algunos cazadores contaron que un leñador que conocían, que vivía en el bosque, había recuperado la sonrisa.

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