El Jardín
Había una vez, cuando el arte y la ciencia de la jardinería aún no estaban bien establecidos entre los hombres, un maestro jardinero. Además de conocer las cualidades de las plantas, sus valores nutritivos, medicinales y estéticos, se le había concedido el conocimiento de la hierba de la longevidad y vivió muchos cientos de años. Durante generaciones sucesivas visitó jardines y cultivó lugares en todo el mundo. En un lugar plantó un jardín maravilloso e instruyó a la gente en su cuidado e incluso en la teoría de la jardinería. Pero, al acostumbrarse a ver que algunas plantas crecían y florecían todos los años, pronto olvidaron que las semillas de algunas tenían que ser recogidas; que algunas otras se multiplicaban al cortarlas; que otras necesitaban mayor abundancia de agua; etcétera. El resultado fue que con el tiempo, este jardín se hizo salvaje y la gente empezó a considerar que éste era el mejor jardín que podía existir. Después de dar a estas personas muchas oportunidades para aprender la jardinería, el jardinero los expulsó y reclutó a otra población entera. Les advirtió que si no mantenían el jardín en orden y estudiaban sus métodos, sufrirían por ello. Ellos, a su vez, lo olvidaron y, puesto que eran perezosos, cuidaron sólo las frutas y las flores que se daban con facilidad y dejaron morir las otras.De tiempo en tiempo, algunos de los que habían aprendido primero, regresaban para decirles: “deben hacer esto y aquello”. Pero ellos los alejaban gritando: “Ustedes son los que se alejan de la verdad en este asunto”.
El maestro jardinero persistió. Donde pudo, construyó otros jardines y, sin embargo, ninguno era perfecto, salvo el que él mismo atendía con sus principales asistentes. Cuando se supo que había muchos jardines y aún métodos de jardinería, las personas de un jardín iban a visitar a las de otro para aprobar, criticar o discutir. Se escribieron libros, se efectuaron asambleas de jardineros, y éstos se dispusieron en categorías de acuerdo a lo que pensaban que era el orden correcto de prioridad.
Como es común entre los hombres, la dificultad de los jardineros estriba en que son atraídos demasiado fácilmente por la superficialidad. Dicen: “Me gusta esta flor”; y quieren que a todos los demás les guste también y, a pesar de su atractivo o abundancia, puede ser una hierba que esté ahogando a otras plantas, las cuales podrán proveer medicinas o alimentos que la gente y el jardín necesitan para su sustento y permanencia. Entre estos jardineros existen los que prefieren plantas de un solo color. A éstas las describen como ‘buenas’. Hay otros que sólo cuidan las plantas, y rehusan ocuparse de los caminos o de las entradas o aún de las cercas.
Cuando finalmente el viejo jardinero murió, dejó como herencia el conocimiento completo de la jardinería, distribuyéndolo entre las personas que comprendían, de acuerdo a sus capacidades. Así, tanto la ciencia como el arte de la jardinería quedaron como una herencia dispersa en muchos jardines, y también en algunos informes que se hicieron sobre ellos.
Las personas iniciadas en un jardín o en otro, han sido poderosamente instruidas acerca de los méritos o defectos del mismo, según el modo de ser que tienen los que habitan allí, aunque estos habitantes son incapaces, a pesar de que hacer un débil esfuerzo, de darse cuenta de que deben volver al concepto de “jardín”. En el mejor de los casos, generalmente, sólo aceptan, rechazan, evitan juzgar o buscan lo que ellos imaginan que son los factores comunes.
De tiempo en tiempo aparecen verdaderos jardineros. Es tanta la abundancia de los semi-jardines, que cuando la gente oye hablar de uno verdadero dice: “¡Oh sí! Tú hablas de un jardín como el que nosotros tenemos o imaginamos”.
Tanto lo que tienen como lo que imaginan es defectuoso. Los verdaderos expertos, que no pueden razonar con los seudojardineros, se asocian en su mayor parte con ellos, poniendo en este o aquel jardín, una parte de la totalidad, lo cual permitirá mantener su vitalidad hasta cierto punto. A menudo se ven forzados a disfrazarse, ya que las personas que quieren aprender con ellos, pocas veces saben algo sobre el hecho de que la jardinería, como arte y como ciencia, forma la base fundamental de todo lo que antes han escuchado. Por eso formulan este tipo de preguntas: “¿Cómo puedo hacer para obtener flores más bellas de estas cebollas?”.
Los verdaderos jardineros pueden trabajar con esta gente porque a veces se puede hacer surgir verdaderos jardines para el beneficio de la humanidad. No dura mucho, pero es sólo a través de ellos cómo el conocimiento puede ser realmente adquirido y las personas pueden llegar a ver lo que realmente es un “jardín”.