El gran sheik
Un sultán oyó hablar de un gran sheik, un jeque muy respetado, que vivía en Anatolia y contaba con centenares de miles de fieles. El sultán, asustado por aquella fuerza por la que se sentía amenazado, convocó al sheik en Estambul y le preguntó:
-¿Qué es lo que oigo decir? ¿Que tienes centenares de miles de hombres dispuestos a morir por ti?
-Oh no – dijo el sheik – sólo tengo uno y medio.
-Entonces, ¿por qué me cuentan que podría sublevar a todo el país? Vamos a verlo. Que todos los hombres se reúnan mañana por la mañana en el prado, fuera de la ciudad.
Por todas partes se proclamó que los fieles de sheik tenían que reunirse a la mañana siguiente en el prado, porque allí estaría el sheik en persona.
En un alto que dominaba el prado. el Sheik hizo instalar una tienda. Dentro encerró a varios corderos que nadie podía ver.
Los fieles acudieron en gran número. El sultán, que estaba de pie delante de la tienda con el sheik, le dijo:
-Tu me dijiste no tener más que un fiel y medio.¡Mira! ¡Hay miles de ellos! ¡Decenas de miles!
-No – dijo el sheik – yo sólo tengo un fiel. Ahora lo verás. Anuncia que he cometido un crimen y que vas a condenarme a muerte, a menos que uno de mis fieles se sacrifique por mi.
El sultán así lo hizo, provocando un largo murmullo entre la muchedumbre. Un hombre se adelantó y declaró:
-Él es mi maestro. Le debo todo lo que sé. Yo doy mi vida por él.
El sultán le hizo entrar en la tienda y allí, inmediatamente, siguiendo las indicaciones del sheik, le cortaron el cuello a un cordero. Todos los asistentes vieron aparecer sangre por debajo de la tienda.
En aquel instante el sultán declaró:
-Una vida no es suficiente. ¿Algún otro fiel está dispuesto a sacrificarse por el sheik?
Tras el silencio sepulcral que siguió y duró varios minutos, una mujer avanzó y se declaró dispuesta. La hicieron entrar en la tienda y le cortaron el cuello a otro cordero. La muchedumbre lentamente, al ver la sangre, empezó a dispersarse. En poco tiempo no quedó nadie en el prado.
El sheik le dijo a sultán:
-¿Ves?, sólo tengo un fiel y medio.
-¿El hombre es un fiel verdadero – dijo el sultán – y la mujer , medio?
No, no – contestó el sheik – al revés, porque el hombre no sabía que le iban a cortar el cuello en la tienda. Pero la mujer ha visto sangre y sin embargo ha avanzado. Ella es la verdadera fiel.