El camino de la perfección

Entré a casa de mi maestro Abulabás el Oryani en ocasión en que mi alma se sentía hondamente turbada ante el espectáculo de las gentes, a quienes veía rebeldes y empeñadas en contradecir la ley de Dios. Mi maestro me dijo:
-Querido mío, ¡preocúpate de Dios!.
Salí de su casa y entré a la de mi otro maestro, Abuimrán de Mértola, el cual, al conocer mi estado de ánimo, me dijo:
-¡Preocúpate de tí mismo!.
Entonces exclamé:
-¡Oh, señor mío! Perplejo me quedo entre vosotros dos: Abulabás me dice: ¡Preocúpate de Dios!, y tú me dices: ¡Preocúpate de tí mismo!, siendo así que ambos sois dos maestros que me dirigís por el camino de la verdad..
Echóse a llorar Abuimrán, y me dijo:
-¡Ah, querido mío! Lo que te indica Abulabás es la verdad y a ello hay que volver. Lo que sucede es que cada uno de nosotros te indica lo que su propio estado místico le exige. Yo espero. sin embargo, que Dios querrá hacerme alcanzar el grado de perfección a que Abulabás ha aludido. Escucha, pues, su consejo, que es el más conveniente para mí y para tí.
¡Ah,  qué hermosa es la ecuanimidad de los sufíes! Volví entonces a casa de Abulabás y le referí lo que me había dicho Abuimrán. Abulabás me dijo:
-Ha dicho bien Abuimrán, porque él te indicó cuál es el camino de la perfección, mientras que yo te indiqué cuál es el compañero de viaje. Obra pues, conforme a lo que él te dijo y conforme a lo que yo te dije; es decir, junta en una ambas preocupaciones: la del camino y la del compañero; porque todo el que no va por el camino de la perfección acompañado de Dios, que es la Verdad, no puede tener certeza de su salvación.

Saadi

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