Yo no!
El califa de Bagdad hizo anunciar un día con clarines, en toda la ciudad, que daría a su hija en matrimonio, cuarenta cofres llenos de oro e inmensos territorios fértiles, al hombre que fuese capaz de llevar un mensaje urgente a su hermano, que había sido capturado por contumaces rebeldes en algún punto del norte del país. Como cabe pensar, el viaje no era precisamente de recreo. Había que atravesar regiones insalubres, pantanos y montañas ocupadas por bandidos. El hombre que salvase todos los obstáculos tendría su futuro asegurado.
Al oír la noticia, Nasrudin corrió en dirección al palacio. Corrió a toda prisa, empujando a los transeúntes, volcando puestos del mercado. Apartó violentamente a los guardias, subió desatinado las escaleras, entró en palacio, evitó a otros guardias y finalmente llegó al salón del trono.
Allí, jadeando, se abrió paso entre la corte. Con el cabello en desorden, se encontró por fin ante el califa y le gritó;
-¡Califa ! ¡Califa !..¡Yo no, yo no!