Deseo
Un monje anciano y enfermo, que había pasado toda su vida, desde que era niño, en el monasterio de clausura, antes de morir pidió al padre superior un último deseo.
Pidió poder ver a una mujer y a un tranvía, pues había oído maravillas de ambos; de la primera la turbación que producía estar frente a ella y del segundo su fuerza.
Como era imposible traer un tranvía a la celda, el padre superior convenció a una oronda y devota señora para que saludara al moribundo monje. Así lo hizo y cuando, después de despedirla, pasó a ver al monje encontró a este sonriente y agradecido,
– Gracias, padre, ya no me moriré sin haber visto un tranvía.