Bondadoso

Cierto maestro entregó a su discípulo una carta con indicación de no abrirla hasta después de la muerte del mentor. Entonces debía enseñarla al sucesor de aquél. La carta decía:
– No he sido bondadoso con este discípulo.
Al conocer el contenido, el discípulo se sintió anonadado de pesar y dijo:
– Fue tan generoso que juzgó, en comparación con la mayor bondad posible, como una crueldad la gran bondad que me prodigó.
Un año después, el sucesor llamó nuevamente al discípulo a su presencia y le pidió que volviese a comentar la carta.
– Ahora entiendo que las palabras «no he sido bondadoso», eran correctas. El ser humano común muestra amistad cuando no tiene nada más valioso que dar; ¿qué necesidad tiene de obtener bondad o crueldad de un Dispensador de Tesoros? Si el esclavo del sultán regala oro, ¿qué más da que sonría o frunza el ceño mientras lo hace?
– El hombre bien intencionado quizás reparta golosinas; el médico da medicinas curativas, sin importar que se las encuentre amargas o dulces.

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