Autoridad
Un joven rey ejercía su poder con el rigor más absoluto. Tenía la justicia en la mano y se encargaba de que las sentencias fuesen llevadas a cabo de forma rápida y despiadada. La situación, sin embargo, no se arreglaba. Sentía que su autoridad estaba cada vez peor afirmada. Un día llamó a su primer ministro y le dijo:
– He hecho ejecutar a gran número de personas y sin embargo nadie me teme. ¿Cómo te lo explicas?
– Muy sencillo – dijo el primer ministro – tienes que aprender el secreto de la autoridad. Todos aquellos que has hecho ejecutar eran criminales, culpables. Los otros, por consiguiente, no tienen ninguna razón para temerte. Si realmente quieres ser temido, debes ejecutar también a los inocentes.
El rey asintió con la cabeza. Lo había comprendido.
Dos días más tarde hizo ejecutar a su primer ministro.