Angustia
Había una vez en un país muy lejano dos príncipes que se enfrentaron en un duelo. Como era costumbre en aquel lugar, el vencedor disponía de la vida del vencido y tenía que ejecutarlo.
El príncipe vencido fue llevado al palacio del vencedor y en vez de recluirlo en una mazmorra, fue instalado en una de las mejores estancias de palacio.Todos los días era atendido con gran solemnidad, como correspondía a su linaje, y se le ofrecían grandes fiestas y comidas exquisitas.
Pero el príncipe vencido sabía que tarde o temprano iba a ser ejecutado y cada día que pasaba su angustia iba creciendo. Un día pudo mandar un mensaje al príncipe vencedor pidiéndole, por caridad, que acabara con su sufrimiento y le quitara la vida. El príncipe atendió a su súplica y dispuso todo para que la ejecución se llevara a cabo al día siguiente.
Aquella mañana, con motivo de la ejecución, se convocó a toda la corte a la fiesta más grande que se pueda imaginar. Había música y danzarines, las mejores comidas y bebidas estaba presentes en las enormes mesas, que para semejante acontecimiento, se dispusieron. Todo era fastuoso, pero el príncipe vencido sabía que llegaba el momento de su ejecución y su angustia iba creciendo por momentos. La fiesta seguía y un grupo de danzarines bailaba en el centro de la gran estancia con enormes espadas curvas en sus manos y , para asombro de la audiencia, con su danza y sus evoluciones daban la sensación de que volaban.
El príncipe no soportaba más la angustia y gritó al anfitrión:
-¡Por favor, ordena mi ejecución, no soporto más esta angustia!
-Amigo, ya has sido ejecutado. Mueve tus hombros, verás como tu cabeza cae al suelo – dijo el príncipe vencedor.